13 julio, 2006

Espíritus en la tradición occidental

Aunque haya mediado una religión como el espiritismo y la parapsicología nos los presente con envoltorio pseudocientífico, las historias de aparecidos no han cambiado demasiado con los siglos y las propiedades del fantasma son las mismas.

Descenso a los infiernos en la Odisea:
Allí, Perimedes y Euríloco sostuvieron las víctimas y yo saqué la aguda espada de junto a mi muslo e hice una fosa como de un codo por uno y otro lado, y alrededor de ella derramaba las libaciones para todos los difuntos, primero con leche y miel, después con delicioso vino y, en tercer lugar, con agua, y esparcí por encima blanca harina. Acto seguido, supliqué con fervor a las inertes cabezas de los muertos jurando que, al volver a Ítaca, sacrificaría en mi palacio una vaca que no hubiera parido, la que fuera la mejor, y que llenaría una pira de obsequios y que, aparte de esto, sacrificaría sólo a Tiresias una oveja completamente negra, la que sobresaliera entre nuestros rebaños. Luego que hube rogado al pueblo de los difuntos con promesas y súplicas, degollé los ganados que había llevado junto a la fosa, y fluía su negra sangre. Entonces se empezaron a congregar desde el Érebo las almas de los difuntos: mujeres jóvenes, mancebos, ancianos que en otro tiempo padecieron muchos males, tiernas doncellas con el ánimo angustiado por reciente pesar y muchos varones que habían muerto en la guerra, heridos por lanzas de bronce, y mostraban ensangrentadas armas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y el pálido terror se enseñoreó de mí. [...]
      La primera en llegar fue el alma de mi compañero Elpénor, el cual todavía no había recibido sepultura bajo la tierra inmensa, pues habíamos abandonado su cadáver sin llorarlo ni sepultarlo en casa de Circe, que nos urgía otro trabajo. Contemplándolo entonces lo lloré y compadecí en mi ánimo y hablándole le decía aladas palabras: "¡Oh, Elpénor!, ¿cómo has bajado a la nebulosa oscuridad? Has llegado antes a pie que yo en mi negra nave." Así le dije y él, gimiendo, me respondió con su palabra: "¡Hijo de Laertes, de linaje divino! ¡Odiseo fecundo en ardides! [...] Sé que cuando marches de aquí, de la morada de Hades, fondearás tu bien fabricada nave en la isla de Eea. Pues yo te ruego, ¡oh, rey!, que al llegar te acuerdes de mí, que no te alejes dejándome sin llorar ni sepultar, a fin de que no excite contra ti la cólera de los dioses. Por el contrario, quema mi cadáver con las armas de que me servía y erígeme un túmulo en la ribera del espumoso mar para que de este hombre desgraciado tengan noticia los venideros. Cúmpleme esto y clava en mi tumba el remo con el que yo bogaba cuando estaba vivo entre mis compañeros." Así habló, y yo, respondiéndole, dije: "Todo te lo haré, ¡oh, infeliz!, todo lo cumpliré." (Homero, Odisea, Canto XI, "Descenso a los infiernos".)
Aparición a los once en los Evangelios:
Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: "La paz sea con vosotros." Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Él les dijo: "¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo." Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo: "¿Tenéis aquí algo que comer?" Le dieron un trozo de un pez asado, y tomándolo comió delante de ellos. (Luc 24, 36-43.)


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